¡Fumata negra y pecado mortal!

¡Fumata negra y pecado mortal!

Por KUKULKÁN

LA CAPILLA Sixtina escupió humo negro a las 21:01 del miércoles. No, no se incendió, aunque con tantos egos encerrados, la combustión espontánea no sería descartable. Lo que ocurrió fue más predecible: los 133 cardenales reunidos para elegir al sucesor de Francisco no lograron ponerse de acuerdo, confirmando lo que ya sospechábamos: ni el Espíritu Santo quiere meter las manos en este berenjenal.

EL CÓNCLAVE, iniciado el 7 de mayo, prometía ser uno de los más jóvenes y diversos en la historia de la Iglesia Católica. Pero juventud y diversidad no garantizan ni lucidez ni fraternidad. Con una media de 69 años y representantes de 70 países (y sólo el 39% europeos), la sesión parece más una cumbre del G20 con sotanas que una reunión espiritual. Y claro, con tanto mundo en una sola capilla, la unidad quedó rezando el rosario.

LOS CARDENALES no están divididos: están enfrentados como en cruzada. Por un lado, los reformistas —los herederos del papa Francisco— quieren abrir puertas, ventanas y hasta el confesionario a laicos, mujeres y todo lo que huela a siglo XXI. Por el otro, los nostálgicos del incienso eterno claman por una restauración doctrinal al estilo medieval, encabezados por el cardenal Müller, quien ya pidió retroceder todo lo avanzado. A estos últimos sólo les falta pedir la vuelta de la Inquisición para redondear el proyecto.

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Y MIENTRAS unos sueñan con una Iglesia pastoral, moderna y misericordiosa, otros prefieren verla como bastión de una identidad férrea, aunque cada vez más vacía. Sobre el ring doctrinal suenan nombres como Pietro Parolin, el diplomático moderado que no ofende ni al agua bendita, o Matteo Zuppi, con su evangelio de paz y bicicleta. Otros prefieren a Luis Antonio Tagle, carismático y misionero, mientras los más progresistas claman por Peter Turkson, un africano defensor del medio ambiente (¡como si eso fuera pecado!).

EN LA LISTA no podía faltar un estadounidense, Robert Prevost, porque siempre habrá quien quiera hacer de la Iglesia una sucursal del Midwest. Pero no sólo son los dogmas lo que separa a estos hombres de sotana. También pesan los pecados capitales, que se pasean por la Capilla Sixtina con la impunidad del Espíritu Santo. La soberbia hace que cada cardenal crea tener línea directa con Dios. La avaricia se manifiesta en las ansias de poder eclesial. La envidia, en los cuchicheos venenosos contra los papables más populares. La pereza, en la falta de acuerdos. La gula... bueno, a juzgar por el banquete espiritual que se están dando con cada deliberación, no se descarta.

A TODO esto se suman las presiones externas, porque el trono de San Pedro no sólo interesa al cielo, sino también a la tierra. Francia mueve fichas con su favorito Jean-Marc Aveline y China hace de las suyas nombrando obispos sin permiso. El Vaticano está más asediado que una embajada en guerra. Y si 108 de los electores fueron nombrados por Francisco, ¿cómo es que no logran acordar? Fácil: el papa emérito creó un ejército de mini-Franciscos con alma de francotiradores. No se conocen entre sí, no confían entre sí, y en algunos casos, ni se soportan. La colegialidad católica brilla por su ausencia.

ASÍ QUE ahí siguen, votando, rezando, negociando y frunciendo el ceño mientras la humanidad espera humo blanco que no llega. Porque elegir a un papa no es cosa de fe: es política, poder y pasiones humanas disfrazadas de sacralidad. Y en esta tragicomedia divina, la fumata negra no sólo indica que no hay papa… indica que, por ahora, tampoco hay iglesia que se ponga de acuerdo sobre qué quiere ser.

@Nido_DeViboras

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